En las buenas... LV (Lupe Vázquez)

En las buenas... LV (Lupe Vázquez)
Home. Foto por Fabián Rivera (Ventings & Surroundings)

miércoles, 29 de junio de 2011

Acceso (controlado)

29 de junio, 2011
" Es más fácil llegar que salir...?



Estos meses me revelaron una parte de la vida diaria que desconocía, que no entiende nadie que no pase por esto. Los accesos y restricciones.
El descanso obligado me obligó a nuevos accesos en mi casa. Las escaleras sentada, el baño sentado, ver televisor con una pierna en alto, pasar a la cocina para sentarme en el taburete, llegar a la terraza para quedarme sentada por horas.
La pesadez de la casa se balanceaba con las salidas, que me mostraron otros accesos restringidos.
De pronto cada lugar al que iba, lo miraba diferente.
Tiene escaleras, muchos escalones, pocos, altos, bajos, hay fila para esperar por mesa, hay donde sentarse a esperar o es de pie.
Hasta el sitio más usual para mi se convirtió en un reto. Entras a un lugar lleno de gente muleta en mano y nadie se hace un lado. Muy pocos. Cada quien se queda parado o sentado donde está.
Más de una vez me quedé parada con las muletas entre medio de un pasillo esperando a que alguien se rodara en la silla para abrirme camino. Yo iba siempre con dos o tres amigos, y ellos me ayudaban sobre la marcha. Pero hacerlo sin ayuda, le quita el entusiasmo a cualquiera.
Ir a lugares implicaba hacer el scouting primero sin bajarnos, hay escaleras, hay fila, la espera es de una hora, no hay donde sentarse.
Supe ir a tres lugares en una noche en que quería sushi, buscando un lugar donde pudiera sentarme tan pronto entrara. Así fuimos a Yaya's Sushi, otro de Sushi en San Francisco y terminamos en Caramelo, con ascensor y acceso fácil. Ah! Y un guardia de seguridad, en el parking, que me escoltó al ascensor y me llevó a buscar a mi amiga al carro y luego al lobby. Gracias a mis muletas.
Ir al cine? es otra historia. Fui al cine con amigos, a Fine Arts porque las butacas son más cómodas. Cuando pagamos el boleto, pensar en subir las escaleras eléctricas me congeló. Aún no dominaba las muletas del todo. Preguntamos por ascensor y había en efecto uno que llegaba justo al lobby del cine. Ya adentro, en la espera por el popcorn veo de nuevo 5 escalones altos para llegar a la sala. Y pensaba en subirlos sentada, como subía los de casa. Pero por suerte en ese cine hay una plataforma con motor en la que se suben personas con silla de ruedas y muletas. La encendieron para mi y me sentí como debe sentirse el que va a Disney en silla de ruedas, con trato preferencial. Encontrar butaca en la sala no fue tan fácil. Toda la última fila estaba ocupada y obviamente nadie me iba a ceder la silla solo porque tenía muletas y se me hacía más cómodo caminar menos en la sala. Así que me quedé en la penúltima fila, bajando solo un escalón con yeso y muletas.
Las puertas? Otro issue. Como siempre entraba con alguien, esa persona abría y cerraba la puerta, pero si iba sola, por ejemplo al baño o yo entraba al lugar sola en lo que se estacionaban, era muy difícil abrir una puerta con muletas. Usualmente empujaba con mi cuerpo la puerta para escurrirme al abrirla.
En un lugar al que fui para desayunar, solo una mujer joven, con un bebé de unos 3 meses, se levantó y me abrió la puerta. No me sorprendió, porque una madre con bebé pasa trabajo y esfuerzo para entrar y salir de cualquier lugar.
No puedo quejarme por no salir, siempre tuve motivos y amigos para buscarme.
Aprendí que en ningún lugar está garantizada la sensibilidad para que alguien con equipo asistido pueda entrar, pasar y disfrutar igual que el resto de la gente.
También que en lugares inesperados hay alguien con empatía. .
Igual pienso que esto no es nada, pues hay gente que vive así todos los días de su vida. Que la silla de ruedas no la pueden guardar, que las muletas a veces le alivian el acceso cuando no hay espacio para una silla de ruedas y que torean esa falta de sensibilidad todos los días, 24/7.
Mis accesos fueron mi mamá y mis amigos que me han llevado a todas partes.
A todos .. bendiciones.

Enriqueta, Josefina, Pili y Mili y Greta...

22 de junio, 2011

"No sabes cuándo tendrás que recibirlas..."

Llevan dos meses repartiéndose la compañía. No me caen bien del todo, pero tengo que admitir que me han llevado a los lugares obligados con cierta destreza.
Me imagino que nadie las quiere en su casa, hasta que llegan. Porque algo o alguien te las dejó ahí. Y tú tienes que irles buscando la vuelta hasta encontrarles el lado bueno.
Enriqueta llegó directo de casa de mi tía. Vive en su casa hace algún tiempo. Como tía está de viaje me hizo compañía desde el día que llegué a casa con el tobillo inmovilizado y luego operado. Ha ido conmigo a Aibonito, al Hospital Industrial, a la oficina del ortopeda, he tenido que aprender cómo domarla un poco, pie arriba, pie abajo, freno al frente, rueda atrás. Enriqueta es la silla de ruedas que me llevó hace dos meses a la procesión de citas – yeso en pierna- que de pronto fueron mi única agenda en el calendario.
Josefina se alternaba con Enriqueta en casa. Y luego resultó mejor compañia que aquella, porque era menos pesada, aunque llevarla me hacía balancearme un poco. Se acomodaba al espacio en el que pudiéramos estar y en los carros se manejaba mejor. Con Josefina, el andador rojo que también llegó de Cayey, moverme por casa era un paseo, si se le puede decir de alguna forma.
Entonces, me presentaron a Pili y Mili, gemelas, no idénticas. Ya cuando llegaron yo iba más confiada en salir y fueron conmigo al cine, a comer, a casa de mis amigos y al resto de los lugares donde pude salir a 'airearme' durante mi descanso.
Hasta que hace 2 semanas me presentaron a Greta. Que se supone que estará aqui unas cuantas semanas. Todo dependerá de mi. Greta es curveada y bronceada, me cae mejor porque está lista en cualquier momento, no requiere ningún protocolo ni instrucciones como Enriqueta o Josefina, ni hay que dividir la atención como con Pili y Mili. Hasta le he prestado una bufanda y un collar, para que se parezca un poco a mi estilo. Greta es el bastón que comienzo a usar ahora con las terapias. Lo único que no me agrada es que confunde. Cuando me ven con Greta, veo en la cara de muchos esa mirada de arriba a abajo, buscando por qué la tengo pegada al brazo, hasta que me ven el caminar. Porque de no ser por eso, no se nota por qué vive conmigo estos días.
Y que aunque me caiga un poco mejor ahora por la libertad que me permite, decreto que pronto, muy pronto, vivirá en otro lugar.
Hasta entonces... a adornarla.

martes, 17 de mayo de 2011

La rutina

Cuando te cambian los muñequitos

Te acostumbras a hacer lo mismo siempre.
Las personas somos animales de rutina. Todos tenemos la nuestra. Hasta que en un pestañeo todo cambia. Mi rutina de antes está temporeramente desconectada. Por un mes, tengo otra. No me gusta del todo, pero me permite valorar todo lo que hacía antes automáticamente y saber que puedo hacer las cosas de otro modo si es necesario. Me recuerda que no puedo dar nada por sentado y que si algo me gusta mucho, debo disfrutarlo cada vez que lo hago. Que si algo no me gusta, lo debo decir y tratar de evitar seguir haciendolo.
Mi yeso ha cambiado mi rutina, aún no tengo claro por qué se supone que tenía que descansar. Trato de hacer muchas cosas, no tantas como antes, pero trato de llenar las horas para no desesperarme.
Las muchas cosas son ver television o una película, leer, escribir, navegar en Internet, repasar las citas con el medico, pensar en mis amigos y con quien hace tiempo no hablo para llamarl@, repaso direcciones, botar papeles, limpiar gavetas y escribo.
En diez días comienzo a planificar cuando pueda y quiera salir. Me hace falta.
Extraño mucho la libertad de moverme, salir, entrar, cocinar, comprar lo que cocino, decidir qué hacer, disponer de lo que quiero y no quiero hacer. Manejar mi tiempo y mi espacio.
No extraño a mis amigos porque han seguido conmigo. Es muy grato tener viejos y nuevos amigos, llamándote y ayudándote.
Mi mamá me ayuda y por momentos se apodera de mi rutina para decidir lo que hago y estar todo el tiempo ahi. Se reparte entre la ayuda constante y el opinar constante. Voy balanceando el que su opinar constante no me afecte y aprecio y agradezco su ayuda, ya no tan constante gracias a que le pido tiempo sola.
Aprendo a nivelar la ansiedad de que no estoy a cargo de todo. He aprendido a balancear mi tiempo en soledad productiva y descubro que me hace bien estar sola.
Descansar tiene otro significado para mi ahora.
Me sobran las horas para pensar, decidir qué hacer, pensar si lo puedo hacer con el yeso, atreverme o desistir.
Me duermo tarde a menos que tenga cita médica al otro dia. No tengo prisa ni por dormir ni por despertar.
No me molesta ponerme las mismas 5 o 6 piezas que me quedan cómodas con el yeso.
Puedo leer sin prisa, repasar la lista de cosas para hacer y planificar que las haga con mi hijo, con una amiga o con mi mamá.
Descubro que puedo reirme cuando mi médico me dice que me quedan 5 semanas más con el yeso pero que empiece a salir a pasear para que no me deprima.
Aprendo a no sentirme mal por pedirle a mis amigos que me acompañen, que me lleve a algún lugar o que me vengan a buscar. Me reitero que me gusta sentarme a conversar sin prisa.
Aprendo a decir lo que siento, aunque sepa que no siempre le gustará oirlo a quien lo oiga.
Manejo la sensación de impotencia y como diría mi amigo Rafa, me permito estar triste unos minutos al día. Pero a veces los minutos se estiran un poco más.
Aprendo a subir las escaleras sentada con la pierna del yeso estiradita y de nalgas, como si hiciera los deeps que en el boot camp me temblaban los brazos al hacer.
Veo que tengo buena memoria, cuando hago ejercicios de meditacion y respiracion, igual a la clase de yoga de los sabados, sin ir a la clase por unas semanas.
Me gusta hacer ejercicios de pesas sentada en la escalera cada vez que puedo, cuando antes solo hacía ejercicios en el boot camp.
Descubro que puedo bañarme con bien poquita agua, una esponja y un par de vasos grandes.
Aprecio haber aprendido a merendar y comer menos porque eso me mantiene ahora en forma, aunque no pueda volver a hacer ejercicio hasta dentro de un mes.
Descubro que puedo tomar agua... muuucha agua, fácilmente y que no extraño los refrescos para nada.
No tengo que pensar en qué me pongo para el trabajo, pues me pongo las mismas piezas que me puedo quitar y poner fácilmente con el yeso.
Me doy cuenta de que extraño a mis compañeros de trabajo, los que se sientan cerca de mi y a los que son más amigos que compañeros.
No cocino ni hago la lista de lo que tengo en la nevera para saber qué preparo cada noche. Usualmente mi mamá nos cocina algo con lo que hay en la nevera.
Cuento los días que me quedan para que vuelva la vieja rutina. Me enfoco en descubrir bendiciones en la nueva rutina.
Visualizo lo que estaré haciendo en las fechas en las que ya el yeso no será mi pareja. Mes de julio, puro verano, playa, salidas, paseos, planes, amigos.
Volveré a bañarme en la ducha, de pie.
Volvere a caminar temprano, a hacer boot camps, yoga y sí me matricularé en clases de natación. Volveré a disfrutar el placer de planificar lo que cocinare cada dia y a llevar mi almuerzo al trabajo. Volveré a guiar a todas partes, a salir siempre que quiera.
A dar caminatas los domingos, a llevar a mis hijos a la escuela y al tren. Disfrutaré nuevamente salir, porque no será un issue si hay acceso fácil para muletas o yeso. Me pondré tacos y volveré a bailar.
Volveré al trabajo, a repasar qué domingo me toca y a rebuscar nuevos temas e ideas para producir contenido útil y divertido.
Le dije a mi médico que lo invitaba a cenar cuando todo esto termine y mi tobillo quede nuevo. Me dijo que yo lleve el vino, que él se encarga de la cena.
Mi rutina.

domingo, 15 de mayo de 2011

Mi ortopeda y otros ángeles

 

Todos debemos tener en nuestro directorio o “black book” personas claves para los servicios que nosotros no podemos hacer.
Como el estilista, en mi caso Héctor, quien no sólo me conoce antes de tener hijos, sino que me deja linda, que conoce mi pelo, sabe qué color me sube lo bonito, me escucha, sabe qué decirme cuando lo necesito y me llama cuando necesito un amigo. A falta de sicólogo un estilista de confianza. Igual pasa con la manicurista, en este caso Denisse, que conoce bien a sus clientas cercanas y comparte su vida con ellas. Son la terapia extendida.
Y están los que necesitas para asuntos de emergencias que no puedes ni sabes hacer tú. En ese grupo cae  el mecánico, jardinero, fumigador, plomero, electricista y el  handyman. Un florista, un taxista, una grúa para remolcar el carro, alguien que arregle aires acondicionados y un servicio de reparación de enseres, se suman a ese librito de contactos. Piensa bien, seguro que más de una vez los has necesitado. 
Nuestros médicos son otro “black book”. El ginecólogo puede saber más de ti que ningún otro médico y cuando vamos ganando años, el internista se añade a la listita de tus doctores de confianza. Donde también están el dentista, quiropráctico, oftalmólogo u optómetra. El sicólogo, terapista, la masajista, la que te hace tu carta natal, quien te orienta en asuntos esotéricos... todos estos contactos son también vitales para tu alma y tu espíritu.
Poca gente tiene un ortopeda porque no pensamos en que lo necesitaremos tan frecuentemente como el ginecólogo.
Tengo la suerte de tener uno, a José Aníbal Collazo, a quien no conocí como paciente sino como amigo de una amiga, en eventos de 'wine lovers' en los que por mi trabajo anteriormente yo conocía.
Ese ortopeda ha sido uno de mis ángeles en el proceso de mi caída y no me cansaré de decírselo a todos. Con él, otros ángeles se me han aparecido por un rato. Su presencia ha servido de balance para el tsunami emocional que me ha generado este 'descanso obligado' por un tobillo enyesado.
Luego de conocerlo durante años, me convertí en su paciente para unos discos herniados que tengo en el cuello, que me examinó con pronóstico de cirugía. Cosa que no hice. Y él me lo respetó. Descubrí que caminar me aplacaba el dolor que me generaba el estrés sobre estos discos y seguí haciendo cada vez más ejercicios. Hace más de un año que ya no tuve que volver a visitarlo. El dolor se fue gracias a las caminatas, el 'boot camp', la yoga, la dieta con la que bajé 11 libras, el manejo de estrés y las 8 horas de sueño sin fallar.
Llevaba ya 9 meses haciendo todo esto y me sentía tan bien que ya pienso en tomar clases de natación para añadir otro ejercicio a mi cuerpo y vencer el miedo a las profundidades. También para mantener el nuevo peso y bajar un poco más.
Con mi caída accidentada descubrí que mi cuerpo estaba más fuerte de lo que pensaba. Manejé el dolor y traté de mantener la calma. Pensaba que esto iba a durar y que no ganaría mucho con comenzar a gritar como una loca y a desesperarme. Como cuando estás de parto, si empiezas a gritar desde la primera contracción, no tienes fuerza para pujar horas después. Igualito.
Cuando en la camilla del centro de salud, luego de hacerme todo, me dicen que debo ver 'lo antes posible' a un ortopeda, me acordé que tenía el celular de mi ortopeda. Lo llamé un viernes a las 4 de la tarde, desde Orocovis, pensando que si estaba en Aibonito sería perfecto que me viera ya.
Me vio esa noche, miró lo que me hicieron y las placas. "Te quiero el lunes en ayunas en el Menonita de Aibonito, esto lleva cirugía además del yeso". A esta recomendación no pude refutarle nada. Anotó todas las intrucciones para sus secretarias en un sobre, me dio una receta y me aconsejó que viera esto como un descanso. "No te desesperes, esto no es más de 4 o 6 semanas. Piensa que vas a poder hacer todo lo que no has hecho en tu casa, y al final hasta vas a poder guiar según mejores y comiences terapia, es la pierna izquierda", dijo.
Collazo me operó ese lunes en una intervención de la que no tuve ninguna complicación, ya al 4to. día la pierna no me dolía y la hinchazón había bajado bastante.
Mi accidente fue en funciones de trabajo por lo que debía reportarme al fondo. El no tiene contrato con el fondo, pero me atendió y me  hizo todo lo que un ortopeda asignado por el fondo me habría hecho posiblemente 10 días después, porque yo era su paciente y quería que mi pierna quedara bien. El yeso es violeta, como se lo pedí.
Ahora en el descanso y la espera por las citas en el Fondo, valoro en su justa magnitud el que me haya atendido tan rápidamente. El proceso burocrático del fondo ha iniciado, y decreto que para junio estaré trabajando.
No me cansaré de agradecerle ni bendecirlo...
Junto a él, otros ángeles en ese hospital del centro de la Isla me hicieron agradable una de las experiencias más incómodas que me han tocado pasar.
La administradora del Hospital, Carmen Camacho, se desvivió en atenciones, todo fluyó rápido y armoniosamente. Las enfermeras y personal de la sala de operaciones fueron súper simpáticos y se respiraba una tranquilidad allí que no siempre se encuentra en procesos de salud. Cuando estás en una camilla, desnuda con una bata, suero, una pierna inmóvil y varias caras desconocidas que se te acercan y te dicen, “todo va a estar bien”, lo que haces es respirar profundo y confiar.
Agradezco y bendigo sus manos, intenciones y servicio. Y están desde ya en mi “black book”.
LV
Lupe Vázquez

Me caí

3 de mayo, 2011


Sí... visitando el parque Toro Verde, en Orocovis, para un reportaje de paseo por el pueblo, me resbalé y fracturé el tobillo.... cuando me ví tirada en aquella jalda, con el tobillo hinchado y que no sentía los dedos de los pies, y pensé: “esto se jodió”. Ese día invité a 6 personas que me acompañaran a Orocovis, cosa rara en mí, porque siempre me voy sola, entre ellos mi hijo y mi mamá, amigas que no trabajan y hasta otros que trabajaban...y nadie quiso ir. Cuando me ví sola tirada allí, pensando cómo me iba a ir a casa entendí mi afán por ir con alguien. Pude volar en dos cables, cosa que había hecho ya cuando fui al parque en enero, e íbamos bajando una cuesta para llegar a dos puentes colgantes. y estaba loooca por hacerlo, una aventura diferente.  El camino era bien empinado, una jalda sin mucha grama, en piedra pelada, con muchos desniveles, y lleno de hojas...  Le comento a Giancarlo, el guía que iba frente a mí, "esto debe resbalar como jabón con lluvia, verdad?" “Sí pero baje con calma, doñita...” Y ahí fue cuando me resbalé – creo que el doñita me desconcentró- no sé como doblé el tobillo hacia afuera y caí sobre él.... pensé que me había raspado y ya... hasta que moví el tobillo y me di cuenta que no sentía el pie ni los dedos....''esto se jodió"...  Tome fotos mías subiéndome a los cables, con el equipo, todo 'cool'. Cuando me caí,  los guías me dijeron 'doñita, quiere que le tomemos fotos ahora?" . Y hasta ahí... les dije que no, destruida no y menos en fotos.
En el CDT de Orocovis, donde yo pensaba que no me iban a hacer nada y juraba que me iban a joder más de lo que me podrían ayudar, me trataron divinamente. Me refirieron a un ortopeda lo antes posible, y yo que  tenía el celular de mi ortopeda lo llamé, fue un ángel, me atendió esa noche, vio las placas y me ordeno cirugía y yeso por la forma en que se fracturó la fíbula.... así se llama el bendito hueso que me flaqueó .  Ayer me operaron, en el Menonita de Aibotino, - 7 tornillos y una placa de metal en la fíbula, que tendré en mi cuerpo por un año. En el hospital me trataron divinamente. Me atendieron como atiende la gente del centro de la Isla... bien amables y súper rápido....
Hasta el personal del parque, que deben estar súper preocupados, me llevaron al hospital y me trajeron a casa, guiando mi carro.... Y en el camino, hasta me llevaron al baño en un peaje, imagínense ustedes ser cargados al hombro por un extraño que guía su carro, y que no puedas aguantar las ganas de orinar.... que te deje en la puerta de un baño en un peaje y te diga, tómese su tiempo doñita.... esa fue la única parte que me pareció de película, pero hasta pude reírme.
Lejos de desesperarme, he elegido escucharme, aquietarme y agradecer todas las bendiciones que en el proceso se me han hecho visibles.
Elegí no desesperarme, y cuando me vi tirada en una jalda en el fondo de una montaña con dos guías extraños, pensé que por algo me estaba obligando la vida a detenerme. Y no lloré nunca en el proceso.... Me va a enyesar el viernes y debo estar en reposo, luego en terapia, varias semanas, de 4 a 6....luego de esto volveré a caminar, hacer mi yoga y los 'boot camps', que me han servido para que mi cuerpo este tan saludable ahora mismo...
Para mi es sorpresa lo calmada que estoy manejando esto, es un reto verse obligado uno a que te lo hagan todo, caminar con andador y no moverte de tu cama sin ayuda... pero he visto tantas bendiciones en el proceso que sé que tenía que aquietarme y aquí estoy. Me sobrará tiempo para leer, ver películas y navegar en internet, cosa que hace tiempo no puedo hacer.
Me veo obligada ahora a descansar, literalmente.... me armaré de todos los libros que quiero leer y no he podido, mami me viene a ayudar durante el día, y mis hijos ahora tendrán que atenderme más de lo que usualmente me atienden. Que a lo mejor se queda en un wish list... no sé.
Y las señales que no me eran tan claras de que me estaba preparando para este descanso obligado, las veo ahora a la distancia. Coordiné cosas con tanta anticipación que no entendía por qué. Ahora lo sé.... no quería dejar cabos sueltos y ahora me siento tranquila. Mi colega fotógrafa cuando me entrega la cámara que me prestan me dijo, “si te vas a caer de esos cables, sabes que la cámara la tienes que guardar”.. Pues amiga, sabes qué... la cámara está sana y salva.
Me va a hacer mucha falta estas semanas llegar allá y hacer todo lo que hago... pero la computadora me hace sentir conectada.
Gracias por preguntar...los veo pronto....mándenme mensajes... chocolates y mantecado.

LV
Lupe Vázquez

martes, 11 de enero de 2011

La vida es un carnaval


"Ay.. no hay que llorar, que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando..." - Celia Cruz



Cada año que cumplo me hace revivir y repasar todos los que he vivido; a más años más experiencias, todas bien guardadas en el disco duro, mi memoria.

Cada año que cumplo me regalo transportarme en el tiempo, como en la película ' Back to the Future' y desempolvo escenas que marcaron años, épocas, momentos de mi niñez y adolescencia. Las celebraciones siempre me han fascinado. Entre el festejo se tejen rituales, que simbolizan cambios, etapas, despedidas y recibimientos. Me esfuerzo – de hecho- en acordarme de detalles de algunos de los cumpleaños que tuve de niña. Me veo vestida con unos pantaloncitos y blusa tipo marineros, pelo corto y lazo rojo, en un cumpleaño siendo bien pequeña, tal vez 5 años en la casa que teníamos, recuerdo otro en la playa de Dorado, tenia un bikini y una chaqueta, tipo 'cabana set' en tela de toalla blanca. También tuve pasadías en en Isla de Cabras donde jugábamos volibol y cantábamos salsa.
Y mi quinceañero! No fue de noche ni usé un vestido largo con brillo. Pero tuve una fiesta divertida con mis amigos en una piscina en la casa de los Vaello, en Levittown. Usé una blusa anudada bajo el busto y una falda de largo asimétrico y wrap -around, tipo Carmen Miranda, sin las frutas en la cabeza. A la hora de la piscina me cambié. Usé un trikini, brown y blanco, y no tenía nada de barriguita. De hecho, pesaba menos de 100 libras. Cierro los ojos y me parece verme.
No hay más detalles de cumpleaños en mi mente, hasta que nacieron Fabián y Gabriel.
Entonces fue cuando me disfruté de verdad lo que era un cumpleaño, porque por varios años hice lo que me daba la gana para festejarlos a ellos. A mis hijos.
Todos los motivos del momento, los usé: Toy Story, Barney, los Power Rangers, Batman, fuimos a Plaza Acuática, a Burger King, McDonald's, los cines, el Aeroparque ... ' you name it' , y ahí en el sitio que te acuerdes seguro que alguno de mis hijos tuvo una fiesta. Con todo incluido: bizcocho, bolsitas de dulces, juegos, piñata.... Todo menos payasos.
Fabián tuvo un payaso amigo de su papá para su primer año y fue una pesadilla para él. Así que no traté de llevar ninguno a las fiestas que le hice a Gabriel, me bastó con esa experiencia que tuve con su hermano mayor.
A Fabián le hice un disco party fabuloso a sus 12 años. Coincidió con que se graduaba de sexto grado y lo cambiaba de escuela. Con otra amiga, mamá de un compañero de clases, hicimos una fiesta entre las dos- ambos cumplían 12- y el disco party fue fabuloso, con la lámpara disco, picadera y música que los papás gozamos mucho más que ellos. Luego de eso, las fiestas ya perdieron el encanto para ellos. Crecieron y sus fiestas ya no eran mías.
Organizar fiestas, juntes, reuniones, lo que sea, siempre me ha gustado. Eso lo saben ya mis amigos. Pero no siempre me ha gustado invertir esfuerzo en organizar o hacer algo para mi.
Este 2011 ha iniciado con el espíritu festivo muy enfocado. Gabriel cumplió 16 y volví – brevemente - a disfrutar de llamar a escondidas a sus amigos para celebrárselos sin que supiera nada en una pizzería. Algo sencillo pagado con creces al ver su cara de sorpresa.
Este enero también yo cumplo y mis amigos me hicieron el día y el mes con una celebración que trataré de recordar cada año próximo con lujo de detalles, para que igual que me acuerdo de lo que llevaba puesto en esa escena entre mis 5 y 6 años, cuando tenga 80 – que espero tener- pueda acordarme de ese almuerzo festivo en el que brindamos, cantamos y me sentí halagada y querida al máximo.
Una fiesta de cumpleaño no es necesariamente celebrar por celebrar, es un ritual de agradecimiento por lo vivido. En el repaso de vivencias nos percatamos que siempre vamos a encontrar muchas razones por las cuales tenemos que celebrar. Y de paso nos alejamos un poco de esa manía ya tan arraigada de quejarnos más de lo que agradecemos.
Agradezco estar viva, celebro los años que tengo, mis hijos, mis relaciones, mis amigos, mi familia, mi trabajo y mis sueños. Me prometo no dejar de soñar y repasar cada detalle que vivo desde hoy para tener siempre algo de qué reirme cuando trate de acordarme cómo fue cualquier vez antes de hoy